Creencias cristianas del Mahatma Gandhi
Enrique Gallud Jardiel
Gente universitaria, Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, núm.
1, 2001
Reiteradas veces en
sus escritos, Gandhi afirmó abiertamente que el Sermón de la Montaña
revolucionó su vida y fundamentó las bases de su doctrina de la no-violencia.
Este hombre, padre espiritual y creador de la India moderna, tuvo a Jesús como
su maestro de ética.
Mohandas Karamchand
Gandhi, creador de la noción de la desobediencia civil y aplicador en el mundo
moderno de los principios pacifistas que habían germinado en la India desde la
antigüedad, es un personaje de todos conocido. Este abogado, educado a la
inglesa, producto típico de un gobierno colonial, revolucionó las bases
sociales de las minorías en Sudáfrica y, años después, condujo a su país a la
independencia con un arma política eminentemente moral: la no-violencia. Por
ello, su figura es reverenciada no sólo en la India, sino en todo el mundo y,
lógicamente, es tenido por muchos como un modelo de conducta e ideales.
Ante figuras de su
talla, surge siempre la interrogación sobre sus más íntimas convicciones, sobre
el origen conceptual de la fuerza y la integridad necesarias para llevar a cabo
un cometido tal. Gandhi tenía como religión el hinduismo y se nutrió –él mismo
lo dice– de sus fuentes.
Pero junto a ellas existe otra vena religiosa y este
hecho es algo que merece ser conocido. La formación religiosa y moral del
Mahatma tiene una deuda de gratitud con el cristianismo. “Sin el estudio de
Cristo, mi vida se había quedado incompleta”, nos dice. Esta admiración por
Jesús y sus enseñanzas es algo bien documentado y puede encontrarse en los
textos que escribió entre 1920 y 1940, fundamentalmente en artículos aparecidos
en las dos revistas que dirigió (Young India y Harijan)
y en su autobiografía espiritual, titulada Historia de mis experimentos
con la verdad.
Ha de decirse que el
caso de Gandhi no es un hecho aislado. A lo largo de la historia de la India,
el influjo del cristianismo ha sido continuo. No se olvide que desde el siglo I
de nuestra era ha habido cristianos en ese país. Los indios se han destacado
siempre por su tolerancia y su capacidad de sincretismo; así nos hallamos ante
el hecho paradójico de que los hindúes, aún sin abrazar el cristianismo, sí
aceptaron siempre a Jesús como encarnación divina. Era una interpretación
abierta y Jesús fue en el hinduismo el símbolo de una verdad espiritual y
metafísica. Durante siglos, junto a sus dioses –representación de los fenómenos
naturales–, los hindúes han venerado también a Jesús.
Fue durante el siglo
XIX cuando este interés por Jesús –que llega hasta Gandhi– cristalizó a nivel
intelectual. Es el momento del denominado neo-hinduismo, una fusión de
hinduismo y cristianismo que aceptaron todos los filósofos y pensadores
importantes. Esta variedad religiosa seguía manteniendo los postulados hindúes
en lo relativo a la metafísica, pero adoptaba plenamente los principios
cristianos en cuanto a la ética. Casi ninguno de los protagonistas del
neo-hinduismo, desde Ram Mohan Roy –su iniciador– hasta Radhakrishnan –el más
importante filósofo indio del siglo XX– quedaron indiferentes ante la figura de
Cristo. Se produjo una admiración por él que llevó a analizarle y exaltarle
bajo diversos aspectos. Su retrato aparecía en un lugar de honor en numerosos
edificios hindúes, en escuelas de filosofía y de yoga. A su alrededor se
desarrolló una abundante literatura, como en ningún otro país no cristiano.
Filósofos y poetas, como K.C. Sen, Vivekananda, Akhilananda y el mismo Tagore,
escribieron brillantes y conmovedoras páginas sobre Jesús y la verdad de su
religión.
Ésta es la base de la
que se nutre Gandhi. Además, su formación británica en Londres le puso en
contacto con diversas personas de orientación religiosa que contribuyeron a
despertar aún más su interés por todo lo cristiano. El Mahatma asistió a
innumerables reuniones cristianas de distinto signo (como la famosa Convención
de Wellington), debatió con pastores y teólogos y se dedicó finalmente al
estudio de religiones comparadas. Más tarde reconocería el gran influjo que las
escrituras tuvieron sobre la forja de su carácter:
Ha habido momentos en los que no sabía a dónde dirigirme. Me he dirigido a
la Biblia, en particular al Nuevo Testamento, y he recibido fuerza de su
mensaje.
Su conocimiento de
los textos cristianos es fácilmente apreciable en su obra escrita, en la que no
dudó en parafrasear fragmentos y emplear el recurso de la intertextualidad. Su
artículo titulado Ethical Religion lo concluye con las
siguientes palabras: “Buscad primero el Reino de Dios y todo os será dado por
añadidura.”
Ha de especificarse
que esta evolución religiosa no significa una conversión, total o parcial y,
mucho menos, una imitación de lo occidental. Gandhi nunca rechazó el hinduismo
o las enseñanzas positivas de la Bhagavad Gita. Pero no quiso
quedarse sin una verdad que no dejaba de reconocer como obvia. Fue, sin
embargo, crítico con algunos aspectos. Podríase decir que amaba a Jesús, pero
que no estaba enteramente contento con el desarrollo del cristianismo.
Consideraba que Europa había traicionado en parte los principios de Jesús y
advirtió a sus compatriotas que no debían confundir las enseñanzas de Cristo
con lo que se apreciaba de la civilización moderna occidental. En aquellos momentos,
los hindúes incultos tenían un gran desconocimiento de la esencia del
cristianismo en sí. Creían que convertirse al cristianismo obligaba a comer
carne de vaca, beber alcohol y llevar sombrero. Y los hindúes de mayor cultura
contemplaban la contradicción entre unas enseñanzas basadas en el amor al
prójimo y un Occidente colonialista, belicoso, egoísta y materialista a
ultranza, como el que les oprimía y despreciaba. Por ello, Gandhi dedicó mucho
esfuerzo a poner en claro que el mensaje de Jesús era algo muy diferente de lo
que se podría deducir a juzgar por el experimento occidental. Reconoció la gran
deuda de gratitud que la India tenía para con las misiones y trató siempre de
deslindar en la mente de su pueblo unos principios religiosos del comportamiento
del gobierno colonial. “Dejemos estar a los cristianos por el momento”,
escribió. “Quiero deciros a vosotros, hindúes, que vuestras vidas estarán
incompletas si no estudiáis con respeto las enseñanzas de Jesús.”
Gandhi reitera el
valor místico de dichas enseñanzas y llega a la conclusión de que un punto
clave en la vida de Jesús se basa en su intimidad con Dios. Asevera que Jesús
expresó como ningún otro hubiera podido el espíritu y la voluntad de Dios. Pero
su interés no se centra sólo en estos aspectos de lo trascendente. Nuestro
hombre era esencialmente práctico, tenía ante sí una tarea ingente –el
conseguir la independencia de una nación de trescientos millones de personas– y
un gran reto: el hacerlo sin violencia, sin sangre, sin atentar contra la ética
ni traicionar a los propios principios.
Para ésta elaboración
de un código ético aplicable a la nueva sociedad india, Gandhi emplea las
enseñanzas de su fragmento preferido: el Sermón de la Montaña. De él extrae la
noción que denominaría “los siete pecados actuales”. Éstos serían: 1) Política
sin principios éticos; 2) Riqueza sin trabajo; 3) Placer sin conciencia; 4)
Conocimiento sin fuerza de carácter; 5) Comercio sin moralidad; 6) Ejercicio de
la profesión sin sentido humanitario; 7) Religión sin sacrificio. Ésta es,
según Gandhi, la aplicación del sermón de la montaña al mundo de hoy.
Y como resumen de
esta serie de influencias, Gandhi incide en sus escritos en el aspecto de la
universalidad de Jesús. En un país como la India, cuna de religiones y lugar de
paso de muchos pueblos, domina la tendencia a identificar a la religión con una
connotación geográfica (los judíos venidos de Palestina, los parsis huidos de
Persia o los budistas indios que se dirigieron hacía la China y el Japón). A
esto se opone el Mahatma, recalcando la difusión de los principios cristianos y
el hecho de que Jesús no es un tesoro privado de un pueblo o una comunidad.
Escribe:
Rehuso creer que existe ahora, o que haya existido en el pasado, una persona
que nunca haya sido influida por los ejemplos de Jesús, aun sin darse cuenta.
Las vidas de todas las personas han quedado más o menos cambiadas por su
presencia, por sus acciones y por las palabras pronunciadas por su voz divina.
Yo creo que Jesús pertenece no sólo al cristianismo, sino al mundo entero, a
todas las razas y a todos los pueblos.
Gandhi murió en 1948.
En sus últimos años, sólo la imagen de Cristo dominaba en su habitación.